Heráclito de Efeso marcó los derroteros
 por los que habría de seguir 
el pensamiento occidental hasta nuestros días. 
«El mundo (ha dicho Nietzsche 
en la más bella de las formas posible) 
tiene eternamente necesidad de verdad,
 y es por esto que tiene eternamente 
necesidad de Heráclito». 1

Sin pretender reducir una obra de significados múltiples -como la del artista cubano Inti Hernández (Santa Clara, 1976)- a una lectura que rememora el pensamiento de la Grecia Antigua, es indudable que los occidentales de hoy continuamos indagando sobre determinados arquetipos que obsesionaron a nuestros primeros filósofos. Todavía nos preguntamos por el origen y la esencia (qué es lo verdadero, lo bello, lo justo, lo bueno), por la insondable existencia humana; la vida y la muerte que, como todos los opuestos, parecerían existir en una inmanente correlación. Fue Heráclito «el oscuro» como le llamaran sus contemporáneos, quien desarrolló (retomando algunas ideas de Anaximandro y de los pitagóricos) la dialéctica de los contrarios, destinada a revelar aquellos grandes enigmas.

Tanto para Inti Hernández, como para Heráclito de Efeso (salvando las considerables distancias) «…en la periferia del círculo principio y fin son uno» 2 . Y es justamente esta imagen la que permite a Inti crear su poética de los «encuentros». Si en el círculo cósmico del filósofo griego coinciden reiteradamente fuego, tierra, aire y agua; en la órbita del artista el encuentro es absolutamente humano. El centro en la esfera de Inti es el hombre, su existencia privada y en sociedad. El ser humano pensado como transparencia, fluido, energía; es decir como sujeto espiritual y el ser humano reconocido como materia, consistencia, cuerpo físico; o sea como sujeto terrenal. El hombre activa el contacto entre el vidrio y el agua (Encuentros, vasos I y II); y, de igual modo, interactúa con estructuras de madera y espejos (Lugares de encuentro, la serie). El ser humano es el elemento protagónico de estas obras, su presencia dinamiza las piezas y su reacción completa el gesto del autor.

Inti Hernández es un artista conceptual que (lejos de distanciarse de la forma) se apoya en ella, crea desde ella. De los materiales, del diseño y de la arquitectura misma se desprende el significado de sus proyectos. Son, en su mayoría, piezas mínimal de un acabado exquisito que intentan dialogar con el espectador. Sus vasos presentan un anillo de texto que se cierra en sí mismo, en el cual se puede leer ‘Vaso del amigo/Vaso del enemigo’ . Mientras el público bebe de ellos está viviendo el significado de estos contrarios como unidad, como complemento, como parte de un mismo fluido que llega a los labios. Inti provoca la interrelación de los opuestos y demuestra que el uno no puede existir sin el otro; son términos relativos, convenciones necesarias para procurar el entendimiento de la realidad y la comunicación entre los hombres.

En esta décima edición de la Bienal de La Habana presenta una de sus últimas obras ‘Lugar de encuentro, variación primera’, posible gracias a la colaboración de la Fundación Mondrian de Holanda y la Rijksakademie Van Beeldende Kunsten. Expuesta en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña (Pabellón K, bóveda número tres) se puede describir como una estructura de madera y espejos elaborada a escala humana que, una vez más, involucra a los visitantes. En efecto, el espectador puede adentrarse en la pequeña arquitectura pensada como un espacio de encuentro con uno mismo y los demás; algunos escalones de dimensiones arbitrarias consiguen que los participantes sometan todos sus sentidos a descifrar el lugar y, de este modo, descubren la reiteración de su imagen en siete puntos de vista que forman en su conjunto un círculo. Nuestra presencia real se torna dudosa, nuestro verdadero cuerpo se extravía entre tantos iguales, nuestro reflejo se confunde con el de los otros que también habitan el espacio, se confunden las miradas y los gestos en esa multiplicidad de seres.

Sobre este trabajo ha explicado el artista: «Un entendimiento total de lo real es tarea ardua; ya sea lo real una obra de arte, un edificio, un concepto, una situación de desacuerdo, o simplemente la vida misma. Actualmente estoy explorando estos conceptos (…) Un lugar es lugar de encuentro para los amigos así como para los enemigos. Tiene que ser un lugar abierto a la discusión y al diálogo. En ellos cada persona es invitada a explorar en las posibilidades del pacto; del encuentro, de un lugar de reconciliación». 3

Inti Hernández es un creador de arquitecturas simbólicas, de lugares “artísticos” que conjugan el espacio personal y el espacio público. Desde la experiencia como miembro de DUPP 4 , sus obras han estado vinculadas directamente al espacio social y urbano. De manera tal que el interés por relacionar lo privado y lo público se fue manifestando en sus performances y acciones, hasta lograr la proyección de estos lugares atípicos para el encuentro.

Al parecer, las inquietudes de Inti Hernández coinciden en parte con la interrogante que arroja Jurgen Habermas: « ¿No nos hacemos conscientes de nosotros mismos sólo a partir de la mirada que otro nos lanza?». 5 No sabemos hasta que punto esto sea cierto; mientras tanto nos contemplamos en los espejos y repensamos los escalones de madera. Más que nada Inti propone una puesta en escena de la existencia humana, crea una pequeña dimensión enteramente contemplativa y de reflexión donde solo hay espacio para el hombre. En la era global muchos han perdido los espejos, han perdido su imagen,…su espacio. ‘Lugar de encuentro, variación primera’ es una obra de resistencia.

 

Notas

1 Alexis Jardines: Los afanes del yo. Aproximación al estudio de la realidad epistemológicamente estructurada. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005. Pp. 38.

2 Heráclito: «Fragmento 76» en: Antología de historia de la filosofía. Pp. 64.

3 Inti Hernández. 28/11/07

4 Emergente colectivo de jóvenes artistas fundado por un grupo de estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA) y su profesor René Francisco.

5 Jurgen Habermas: Entre naturalismo y religión . Ediciones Paidós Ibérica, S.A, Barcelona, 2006. Pp. 24.

He sabido de Inti Hernández desde hace 5 años. Había oído hablar de él como miembro de DUPP, un emergente colectivo de jóvenes artistas fundado por un grupo de estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA) de la Habana y su profesor René Francisco, artista y destacada figura de la cultura y la pedagogía cubana para las artes.

En este periodo de su carrera su trabajo personal así como su contribución a la colectividad inspiraron obras vinculadas directamente con el espacio social y urbano, estableciendo un interés y un diálogo con las personas que viven la ciudad.

De este periodo pudiera citarse la serie de performances y acciones que aluden a la relación entre el espacio personal y el espacio público y que llevan por título: Compartiendo la experiencia. Una de estas tempranas obras consiste en reproducir el diseño del patrón del piso de su dormitorio en la arena de una playa. Con esta acción un fragmento de paisaje impersonal y abierto es modificado, personalizado y convertido en un ámbito de tono familiar. La obra llamó la atención de la gente y fue capaz de generar diálogo y participación.

Otra obra de ese período consiste en una limpieza de los abandonados pisos de granito del paseo del Prado en La Habana vieja. En esta ocasión el piso de su dormitorio aparece en las formas que deja el contraste entre lo limpio y lo sucio, gracias a la acción ordenada de unas plantillas que él confeccionó. En un país de elevado control gubernamental, donde la iniciativa independiente se puede considerar un riesgo, esta acción simboliza un acto de resistencia, aquel que desafía el estatismo y sugiere a la iniciativa independiente como una solución válida a los problemas existentes.

La conexión con el público no avisado y con los espacios extra artísticos es parte esencial de la obra que Inti Hernández realiza. Al parece Inti hace su trabajo para el sentido común de la gente, ya sea a través de una idea, de la realización de objetos con valor de uso o a través de resultados que se disuelven en el paseo cotidiano.

En el 2004 tuve la oportunidad de invitarle a colaborar con la artista uruguaya y residente en Londres Ana Laura López de la Torre. En esta ocasión ambos abrían de desarrollar un proyecto que ayudaría a mejorar la visibilidad y el reconocimiento de la comunidad latinoamericana, de rápido crecimiento en Londres. Coordinando sus propias maneras de actuar los artistas hicieron uso de sus energías creativas para organizar una serie de actividades que ayudaron a unir los intereses de una comunidad fragmentada, consiguiendo un hilo de coherencia para expresar sus opiniones, necesidades y preocupaciones. Años atrás Inti había organizado una iniciativa de este tipo en una residencia para artistas en Caracas, Venezuela. En aquella ocasión él se valió de una serie de lo que él llamó “fiestas inteligentes” para invitar a secciones representativas de la comunidad en la ciudad a encontrarse de una manera informal, con la intención de intercambiar ideas y discutir cuestiones de común interés. Por ejemplo en una de esas noches un grupo de arquitectos pudo escuchar la opinión de la gente que vive los cambios que ellos diseñan y realizan. De igual manera en Londres, el proyecto con la comunidad latinoamericana trajo temas tales como vivienda a la atención de las autoridades locales, que respondieron positivamente a una campaña de concientización diseñada por los artistas en colaboración con los arrendatarios latinoamericanos de una urbanización social. Desde entonces, Inti ha centrado su trabajo en las “utopías” que nos invitan a pensar en un mundo sino mejor al menos mejorado.

De su obra reciente vale mencionarse Lugar de encuentro, versión primera. Esta es una estructura de madera y espejos que funciona como punto de reunión colectivo así como un espacio de reflexión privada. En esta metafórica isla de paz las personas pueden hacer un viaje al encuentro de sí mismos así como verse en la participación con otras personas.

En este objeto que genera una experiencia real así como espiritual se tensa y extiende la investigación de Inti Hernández acerca de la belleza. Hablamos de un objeto que no puede revelar todo su valor y su significado hasta que nos es vivido y participado por la gente. Hablamos de una experiencia que puede ser personal pero no por ello es limitada o aislada…

Londres, Enero 2007

Alessio Antoniolli
Director, Triangle Arts Trust & Gasworks

(Entrevista por la Curadora y Crítico de Arte Gertrude Flentge, The Netherlands)

El artista visual Inti Hernández (Cuba) vino a Holanda hace un año. Mientras tanto ha sido seleccionado para una residencia en la Rijksakademie Van Beeldende Kunsten, comenzando en enero del 2005. ¿Cuáles son sus perspectivas en los Países Bajos y cómo su situación, entre diversas culturas, influencia su trabajo?

‘Mi trabajo está estrechamente relacionado con mi vida’, dice Inti Hernández. ‘Con mi arte intento encontrar respuesta a las interrogantes y a los retos del vivir. Cuando llegué a Holanda, quedé impresionado con todas las posibilidades que acá encuentras. Sin embargo me saltaba una duda: Por qué dadas todas estas oportunidades, la gente no parece ser particularmente feliz. Siempre que hablé a los holandeses sobre esto, ellos concluían diciendo que no eran más que unos consentidos y que la realidad nacional los cuidaba tanto que los condenaba a la queja fácil y a la flojera. Viviendo acá ya por un tiempo, siento que esta manera de entender la vida es una idea generalizada entre la gente de Holanda, pero pienso que esta idea los confunde a la hora de encarar sus circunstancias. La situación aquí no es para nada fácil sino más bien retadora y difícil, y el sin número de supuestas opciones muchas veces no hace más que confundir y abrumar.

En Cuba los problemas son básicos, elementales, están justo delante de ti. Allí está claro que la vida es un desafío. De ello aprendí que cualquier cosa que elija hacer está muy bien mientras me la crea. Allí la felicidad y hasta el sólo hecho de sobrevivir dependen de que sea posible poder mantenerte haciendo. En los Países Bajos, la gente se centra mucho más en los resultados, en las metas que desean alcanzar que en el disfrute de los procesos.

Actualmente, mucha gente se queja por sus vidas y de la situación actual holandesa. Quizá han olvidado una condición esencial de la libertad: allí donde la libertad comienza, comienza también la responsabilidad y el compromiso. Si usted está totalmente libre no hay nadie a quien culpar por su propia incapacidad de conducir su vida. He ahí el reto holandés y una buena paradoja del vivir.

Estos temas ocupan un papel importante en la obra que realizo. Mi trabajo atiende a menudo al milagro de vivir y al hecho de que la vida está justo delante de ti, aguardando con paciencia que la tomes de la mano. Una idea que puede ilustrar este concepto está en la serie Acerca de la felicidad. Una de las obras consiste hacer el dibujo de un sol en los enormes ventanales de cristal de la estación central de trenes en Ámsterdam. Miles de personas esperan el tren cada día, mirando la suciedad de estos cristales. Allí encontré pues una oportunidad para dibujar un sol naciente. La idea es valerme de esta misma suciedad y de una limpieza metafórica para hacer uso del contraste entre lo limpio y lo sucio y conseguir la realización de este simbólico “amanecer”.

Ya a punto de comenzar los trámites para conseguir los permisos me percaté que los ventanales habían sido limpiados, así que este concepto tendrá que esperar otra temporada para poder ser realizado. Sin embargo, veo en ello también un regalo: la limpieza de estos ventanales ha devuelto la claridad del local y ha hecho de mi trabajo algo innecesario.

Como artista en residencia de la Rijksakademie tengo la esperanza de poder explorar y profundizar más en estos temas. Creo que la Rijksakademie proporcionará el marco institucional necesario para apoyar mi trabajo y hacer de mí un buen asociado. ¿No hay aquí suficientes razones para creer en ti mismo?’

Gertrude Flentge